Tigre

El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego.

Jorge Luis Borges

En algún pueblo de la India -o quizás del Amazonas- alguien declamaba en la plaza que la vida era sólo sueño del que despertaríamos con la muerte.

Supe entonces que yo sería muerto por un tigre.

Soñé que recorría un banco de arena que cruzaba el río.

Sabía que escapaba de algo, escapaba de un presagio de muerte que me asechaba silencioso.

Al cruzar, imaginé caimanes en ambos lados del río, esperando una distracción o un paso en falso.

Entonces lo vi.

Al final del arenal andaba un tigre, del cual no podría escapar y al que no dejé de perseguir.

Quizás sabía de mí, y sólo quiso alargar mi espera.

Lo perdí dentro del bosque.

Lo busqué detrás de los árboles y entre la selva tropical, sin resultados.

Quizás debía ser así.

Cansado, me senté entre las raíces de un árbol, y ahí supe que cumpliría mi destino.

El tigre saltó, y yo desperté.