Viernesanto

Esperamos por horas que pasase algo… cualquier cosa: alguien que viniese a comprar auyama o un viento que nos refrescase o algún carro de esos nuevos que conducen los nietos de la gente de aquí, cualquier cosa para distraernos de la pesadez de la tarde.

-Sabroso el viento.
-Sí.
-…
-Calor hijueputa, ¿no?

No provocaba hacer nada, ni siquiera hablar. El calor de Semanasanta era pesado como una cruz, un recordatorio de la culpa que cargamos por haber matado al hijo de Dios. Solo se podía esperar que ocurriese algo, y disfrutar los eventuales los soplos de aire que corrían por el cuerpo y mecían las hojas de los arbolitos de al frente.

-Quién carajo va a querer salir con este calor -pensó- quién carajo va a venir a comprar auyama o yuca ahorita, una tarde de viernesanto.

Desde el centro del pueblo empezaba a bajar la sangre que se esparcía y pintaba la calle de rojo.

-Ya están crucificando al Cristo.

En el porche de la casa se escuchaba el rumor del riachuelo rojo bajando por el costado de la acera.

Eso era parte de lo que me gustaba en estar en casa de la abuela: el silencio de la calle, solo de la calle. Adentro estaba la gente hablando y compartiendo, pero afuera, aún en el porche, silencio absoluto. Ni siquiera el ruido de las casas de al frente. Quizás fuese el sopor de la tarde o la calma del pueblo, pero en el porche se escuchaba como todo rompía: el calor del sol rompiendo en el asfalto y en los techos, el lápiz rompiendo sobre el papel, la sangre rompiendo las hojas secas.

Cuando el vinotinto empezaba a cubrir toda la calzada recordé a mi abuela orando en el altar de su cuarto. Recordé aquel cuarto oscuro, demasiado oscuro como para ser el cuarto de una abuela. Recordé el altar que tenía en una esquina, con cruces, velas, biblias, rosarios, y una única foto del abuelo.

-En semanasanta siempre pega más duro el calor, ha de ser el castigo de dios por haber hecho pasar tanto trajín a su hijo.
-¿Tú crees? siempre se me hace que es por el verano.
-No, siempre es en semanasanta que da más fuerte, más que la semana antes o después. E igual, por éstas fechas siempre pasan vainas. Se aparece el diablo en la calle y los muertos advierten en los sueños.